“¡Hazme algo que duela!” Suplicaba Trixie entre contoneos y guturales gemidos. Quizá no fue el momento ideal. Quizá todo sea en pos de martirio. Su nervio hinchado tan cerca de mi y yo que me acabo de afilar los colmillos. Y mi navaja vampira, ahí, temblando en el bolsillo de mi pantalón, esperando ser llamada a la acción como soldado harto ya de esconderse en sucias trincheras.
-¡Que duela! ¡Hazme algo que duela!
– Si, pero cura tu las heridas. No puedo ni quiero hacerlo yo. Mira Beatriz, que con cautela nunca nos llegará esa elusiva muerte gloriosa.
7/30/’15
Rodrigo
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